ETAPAS DE DESARROLLO DE PIAGET
Piaget divide el desarrollo psíquico de las
personas desde su nacimiento hasta la vida adulta. Postula que el niño nace con la
necesidad y con la capacidad de adaptarse al medio. La adaptación consta en dos
subprocesos: asimilación y acomodación. La mayor parte del tiempo los niños
asimilan información adecuada a su desarrollo mental y la clasifican de acuerdo
con lo que ya saben. A veces se enfrentan a problemas que no pueden resolver y
deben hacer acomodos, crear nuevas estrategias o modificarlas para enfrentar la
nueva situación. Esta teoría se puede relacionar con el aprendizaje
significativo de Ausubel. El niño tiene conocimientos previos y al recibir la
nueva información modifica sus esquemas de conocimiento.
Este autor propone una serie de etapas de
desarrollo en los seres humanos, donde cada periodo se caracteriza por la
presencia de ciertos procesos y estructuras mentales, que maduran y se
fortalecen para permitir el paso a la siguiente etapa.
Las etapas que
diferencia son las siguientes:
Etapa sensoriomotora.
Abarca desde el
nacimiento hasta los 2 años aproximadamente. Al nacer, el mundo del niño se
enfoca a sus acciones motrices y a su percepción sensorial. Cuando termina el
primer año ha cambiado su concepción del mundo, reconoce la permanencia de los
objetos cuando se encuentran fuera de su propia percepción. Otros signos de
inteligencia incluyen la iniciación de la conducta dirigida a un objetivo y la
invención de nuevas soluciones. El niño no es capaz de elaborar representaciones
internas, lo que se supone como pensamiento; no ha desarrollado el lenguaje, su
inteligencia se considera como preverbal. En la última etapa de este periodo se
refleja una especie de "lógica de las acciones", es decir, que la actividad
está motivada por la experimentación.
Etapa
preoperacional.
De los 2 a los 7 años, aproximadamente. En la
transición a este periodo, el niño descubre que algunas cosas pueden tomar el
lugar de otras. El pensamiento infantil ya no está sujeto a acciones externas,
comienza a interiorizarse. Las representaciones internas proporcionan el
vehículo de más movilidad para su creciente inteligencia. Las formas de
representación internas que emergen simultáneamente al principio de este
periodo son: la imitación, el juego simbólico, la imagen mental y un rápido
desarrollo del lenguaje hablado. A pesar de importantes adelantos en el
funcionamiento simbólico, la habilidad infantil para pensar lógicamente está
marcada con cierta inflexibilidad, es altamente egocentrista.
Etapa de
operaciones concretas.
Esta fase que se desarrolla entre los 7 y 11
años aproximadamente, el niño se hace más capaz de mostrar el pensamiento
lógico ante los objetos físicos. Una facultad recién adquirida, la
reversibilidad, le permite invertir o regresar mentalmente sobre el proceso que
acaba de realizar, una acción que antes sólo había llevado a cabo físicamente.
El niño también es capaz de retener mentalmente
dos o más variables, cuando estudia los objetos y reconcilia datos
aparentemente contradictorios. Estas nuevas capacidades mentales se muestran
mediante un rápido incremento en sus habilidades para conservar ciertas
propiedades de los objetos, número y cantidad, a través de los cambios de otras
propiedades, para realizar una clasificación y ordenamiento de los objetos.
Las operaciones matemáticas surgen en este
periodo. El niño se convierte en un ser cada vez más capaz de pensar en objetos
físicamente ausentes, apoyado en imágenes vivas de experiencias pasadas.
Frente a los objetos, los niños pueden formar
jerarquías y entender la inclusión de clase en los diferentes niveles de una
estructura. Para hacer comparaciones, pueden manejar mentalmente y al mismo
tiempo: la parte o subclase, y el todo o clase superior.
Los niños de 7 a 8 años muestran una marcada
disminución de su egocentrismo, se vuelven más sociocéntricos. A medida que
muestran una mayor habilidad para aceptar opiniones ajenas, también se hacen
más concientes de las necesidades del que escucha, la información que tiene y
de sus intereses. Entonces las explicaciones que elaboran los niños están más a
tono con el que escucha. Cualquier discusión implica ahora un intercambio de
ideas. Al estar consciente de los puntos devista ajenos, el niño busca
justificar sus ideas y coordinar las de otros. Sus explicaciones son cada vez
más lógicas.
Etapa de las
operaciones formales.
Este periodo que abarca de los 11 a los 15
años aproximadamente, se caracteriza por la habilidad para pensar más allá de
la realidad concreta. La realidad es ahora sólo un subconjunto de las
posibilidades para pensar. En la etapa anterior desarrolló relaciones con
interacción y materiales concretos; ahora puede pensar en relación de
relaciones y otras ideas abstractas, como proporciones y conceptos de segundo
orden.
El niño de pensamiento formal tiene la capacidad
de manejar, a nivel lógico, enunciados verbales y proposiciones, en vez de
objetos concretos únicamente. Es capaz ahora de entender plenamente y apreciar
las abstracciones simbólicas del álgebra y la crítica literaria, así como el
uso de metáforas en la literatura. A menudo se ve involucrado en discusiones
espontáneas sobre filosofía, creencias, comportamientos sociales y valores, en
las que son tratados conceptos abstractos, tales como justicia y libertad.
Cada uno
de dichos estadios se caracteriza, pues, por la aparición de estructuras
originales, cuya construcción le distingue de los estadios anteriores. Lo
esencial de esas construcciones sucesivas subsiste en el curso de los estadios
ulteriores en forma de subestructuras, sobre las cuales habrán de edificarse
los nuevos caracteres. De ello se deduce que, en el adulto, cada uno de los
estadios pasados corresponde a un nivel más o menos elemental o elevado de la
jerarquía de las conductas.